Después de muchos años sin ir de campamento, este verano, ha vuelto a ocurrir.
Si bien es cierto que todos los veranos reservamos al menos una semana para escaparnos con nuestra tienda de campaña a los pirineos o a cualquier otra montaña con nuestros peques y en ocasiones con algunos amigos, que el contacto con la naturaleza y las oportunidades de crecimiento que ésta ofrece tanto para los niños como para los adultos, nunca lo hemos dejado de lado.
Pero de campamento, campamento, de estos en los que convives durante 15 días con unas 200 personas, de estos en los que el agua caliente brilla por su ausencia, en las que las tareas son compartidas, en los que aprendes siempre algo nuevo, de estos en los que conoces a la gente tal como es, desprovista de todas las capas que la ciudad les pone en su día a día, de esos campamentos, hacía muchos años que no íbamos a ninguno, y diré desde el principio, que al menos para mi, la experiencia, una vez más ha valido la pena.
Y ha valido la pena por muchas cosas, porque conoces a gente especial, afianzas relaciones, te conoces más ti mismo porque 24 horas al día, durante 15 días unen mucho, porque ves como otros jóvenes continúan creyendo en el mismo proyecto que tú hace casi dos décadas, y en el mismo que otros jóvenes antes que tú creyeron e impulsaron.
Y es que en un campamentos todo se vive muy intensamente, y las anécdotas que allí se viven muchas veces sólo se entienden dentro de ese día a día, por eso contarlas aquí no tiene sentido ni cabida. Y porque quiero seguir viviendo esas anécdotas, esa experiencia, porque quiero seguir llenándome de ese viento fresco, de esa alegría infantil, de esa entrega bondadosa de todos los que en ellos participan, por todo eso, espero, o mejor deseo, poder volver al año que viene, y al siguiente, y al otro, y al otro....
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| ¡¡¡ASPIRANTES..... ...... ..... MANOS ARRIBA !!! |
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